Los diez obsequios de Apolo y sus nueve musas

Publicado el 22 de julio de 2024, 18:19

En la mitología griega, los dioses y diosas juegan un papel fundamental en la vida cotidiana de los mortales. Uno de los dioses más destacados y venerados es Apolo, dios de la luz, la música, la poesía y la medicina. Para los antiguos griegos tanto el conocimiento como las artes, la poesía y las ciencias estaban representadas por nueve musas, divinidades femeninas nacidas de nueve noches de amor entre Zeus y la titánide Mnemósine, diosa de la memoria. Cada musa representaba una disciplina: Clío, la historia; Euterpe, la música; Talía, la comedia; Melpómene, la tragedia; Terpsícore, la danza y el canto; Erato, la elegía; Urania, la astronomía; Polimnia, poesía lírica, Caliamne, poesía épica y la elocuencia. Estas musas que formaban parte del séquito de Apolo, acompañaban a los reyes para que estos enunciaran las palabras y actitudes adecuadas en su gobierno e inspiraran a filósofos y artistas. Curiosa y bella forma tenían los antiguos griegos de concebir el conocimiento, cuya fórmula parece, según el mito, compuesta por amor, memoria e inspiración.

 

El emperador Marco Aurelio en sus famosas Meditaciones hacía alusión a estos obsequios del dios Apolo como estrategias de pensamiento a la hora de no dejarnos llevar por nuestros impulsos, nuestras emociones y pasiones a la hora de interactuar con los demás y, de este modo, no dejarnos ser arrastrados por ellas. Apolo era considerado el dios de la medicina y la sanación, por lo que el emperador usaba estas estrategias como prescripciones terapéuticas estoicas.

 

1 Somos animales sociales por naturaleza, diseñados para ayudarnos mutuamente

Como seres humanos y seres racionales, tenemos el deber de vivir con sabiduría y en armonía con nuestros congéneres humanos para alcanzar nuestro potencial y prosperar. La meta estoica de vivir en conformidad o armonía con el resto de la humanidad no significa que debamos esperar que todos actúen como nuestros amigos; al contrario, debemos estar preparados para encontrar en la vida a muchas personas torpes y crueles, y aceptar esto como inevitable. Marco Aurelio se preparaba mentalmente cada mañana para lidiar con personas problemáticas. Por eso no debemos enfadarnos con los necios ni proyectar emociones tan dañinas como la ira sobre ellos, sino que debemos tratar su encuentro como una oportunidad para practicar nuestra propia sabiduría y virtud. Debemos usar a estas personas como parte de nuestro entrenamiento. Si no podemos educar o enseñar a los que se equivocan, al menos debemos aprender a tolerarlos. Estos retos nos ayudarán a crecer en virtud y volvernos más resilientes. El maestro estoico Apolonio decía:

“Hay hombres malvados; ellos os serán útiles,
pues sin ellos, ¿qué necesidad habría de tener virtudes?”

 

2 Considerar el carácter de una persona en su totalidad

Considera con cuidado cómo es la persona que te ha ofendido, ¿qué clase de persona es en realidad?, ¿cómo se mantiene ocupada?, ¿cómo pasa su tiempo? Si puedes imaginar su alma desnuda ante ti, con todos sus errores expuestos, al final te resultará absurdo que sus acusaciones o elogios tengan algún tipo de impacto sobre ti. También debemos recordar que nadie es perfecto. Ponerte en los zapatos de la otra persona es una de las mejores formas de ampliar nuestra perspectiva. Debemos aprender a empatizar con ellas y verlas como las víctimas de creencias equívocas o errores de juicios, no como seres maliciosos. Como dice el dicho:

“Entender es perdonar.”

 

3 Nadie hace el mal con deliberación

Este es el enunciado de una de las paradojas centrales en la filosofía de Sócrates. Para los estoicos ningún hombre hace el mal a sabiendas. Nadie se levanta por la mañana, se mira al espejo y piensa: ¿qué mal voy a cometer hoy? Si le preguntas a la gente, todo el mundo cree estar haciendo lo correcto, cada uno de ellos es el héroe de su propia película. En sus Meditaciones, Marco Aurelio expone que debes ver las acciones de los demás en términos de una dicotomía simple: o están haciendo lo correcto o están haciendo lo incorrecto. Si hacen lo correcto, debemos aceptarlo y aprender de ellos; sin embargo, si hacen lo incorrecto, debemos suponer que es porque no conocen otra modo de hacerlo mejor. En este caso no debemos sino sentir pesar por ellos. Si piensas que están equivocadas en lugar de que sean maliciosas, las tratarás con mayor gentileza. Cuando creas que alguien te ha hecho daño, primero considera qué opiniones tienen respecto a lo correcto y lo incorrecto. Una vez que de verdad entiendas su pensamiento no te sorprenderán sus acciones. Los errores de juicio compelen a las personas tanto como la enfermedad o la locura. Merecen nuestra compasión ya que simplemente son ignorantes del bien y del mal, una discapacidad tan severa como la ceguera visual. Epicteto recomendaba a sus alumnos que, cuando se enfrentaran a alguien cuyo comportamiento pareciera objetable, se repitieran esta máxima:

“A él le parecía lo correcto.”

 

4 Nadie es perfecto, eso te incluye a ti

Cuando veas los errores ajenos en los demás, deber recordarte que tú tampoco eres perfecto, nadie lo es. Es un doble estándar criticar a los demás sin reconocer nuestras propias imperfecciones. Siempre que te ofendan las faltas de los demás, tómalo como una señal para hacer una pausa y prestar atención a tu carácter y reflexionar sobre las formas similares en que te equivocas. Los estoicos no se llamaban sabios a sí mismos, sino que eran conscientes de que todos tenemos torpeza, vicios y, en cierta medida, estamos esclavizados por nuestras pasiones. El sabio perfecto era un ideal al que aspirar, un estándar con el que medirse. Enfadarse ante los errores de los demás era visto como una evidencia de nuestra propia falibilidad. Al final lo único importante es que nosotros actuemos de la mejor manera posible. Como decía el emperador Marco Aurelio:

“No gastes más tiempo argumentando acerca de
lo que debe ser un buen hombre. Sé uno.”

 

5 Nunca puedes estar seguro de los motivos de los demás

No podemos leer la mente de otras personas, y por ello no debemos llegar a conclusiones respecto a cuáles son sus intenciones. Es necesario aprender muchas cosas sobre alguien antes de poder dar una opinión firme respecto a su personalidad y sus motivos; e incluso entonces estaríamos basando nuestras conclusiones en probabilidades. Los terapeutas cognitivos llaman a esto "la falacia de la lectura de mente". Mantener la mente abierta te ayudará a diluir los sentimientos negativos hacia los demás. Marco Aurelio nos dejaba la siguiente cita:


“Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho.
Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad.”

 

6 Recuerda que todos moriremos

Esta perspectiva puede ser difícil de ver para algunas personas, pero tiene un gran poder si sabes aplicarla de la manera adecuada. Nada dura para siempre, por lo que esas situaciones por los que ahora te enfadas y te parecen tan importantes, viéndolas en retrospectiva te parecerán triviales. En ese caso, ¿por qué darles importancia ahora? Esto no quiere decir que no debas hacer nada, simplemente al permanecer tranquilo puedes planear mejor tu respuesta y actuar en consecuencia. De este modo las emociones como la ira o el miedo no nublarán tu juicio. Marco Aurelio siempre tuvo en mente esta idea al tomar decisiones, sabía que sería olvidado algún día. Se recordó no preocuparse por cómo lo juzgarían las generaciones futuras y hacer solo lo que la razón recomendaba como el curso de acción correcto. Cuando recordamos que nada dura para siempre, ya no parece valer la pena enfadarse con los demás. El emperador escribió en su diario personal:


“Recuerda que podrías abandonar la vida ahora mismo.
Deja que eso determine lo que haces, dices o piensas.”

 

7 Nuestros propios juicios son lo que nos altera

Esta técnica tan utilizada hoy en día en las terapias conductuales sirve para tomar consciencia de que lo que nos altera no son las cosas que pasan o lo que hacen los demás, sino nuestros juicios al respecto. Si puedes suprimir tus juicios de valor y quitas la etiqueta de “terrible” a las situaciones y acciones de los demás, tu estado mental permanecerá imperturbable. Séneca indicó que hay emociones y sentimientos iniciales que no podemos controlar, pero sí que podemos controlar como reaccionamos ante ellos. Lo realmente importante no es lo que ocurre al principio, sino lo que hacemos después. Marco Aurelio escribió:

“Si te dañan las cosas externas no son ellas las que te dañan,
sino tus creencias sobre ellas, y está en tu poder cambiar esas creencias.”

 


8 La ira nos daña más de lo que nos beneficia

La ira siempre, siempre y siempre daña más de lo que te beneficia. Para tener esto claro los psicólogos utilizan la técnica llamada "análisis funcional", que consiste en imaginar dos escenarios: en el primero imaginas las consecuencias de responder con ira y lo comparas con un segundo escenario en el que respondes con calma, de forma racional y hasta empática y amable. Los estoicos pensaban en lo desagradable y poco natural que luce la ira, fruncir el ceño, gesticular, adquirir un color morado como alguien enfermo, etc. Veían la profunda fealdad de la ira como una señal de que es antinatural y está en contra de la razón. Lidiar con las consecuencias de perder los estribos requiere de un mayor esfuerzo que simplemente tolerar los actos que nos hacen enfadar. Las acciones de los demás son externas y por tanto no pueden tocar nuestro carácter; en cambio, nuestra propia ira nos transforma en una clase de persona diferente, casi como un animal, y para estos sabios ese es el mayor daño de todos. Como decía el maestro Epicteto:

“Cualquier persona capaz de hacerte enfadar,
se convierte en tu dueño.”

 

 


9 La naturaleza nos da las virtudes para afrontar la ira

A la hora de afrontar diversas situaciones los estoicos usaban una técnica llamada “contemplación de la virtud”, la cual consistía en preguntarte como afrontarían esas situaciones las personas a las que admiras, los modelos de vida a los que tú aspiras. Debes aceptar que el mal existe de manera inevitable en el mundo y las virtudes son el remedio y el antídoto contra los vicios. El antídoto principal contra la ira es la virtud estoica de la bondad, que de la mano de la equidad conforman la virtud cardinal de la justicia. Mientras que los estoicos veían la ira como el deseo de dañar a otros, la bondad es en esencia lo opuesto. Lo que los demás hagan es algo que está fuera de nuestro control, por lo que debemos ejercer amabilidad y buena voluntad siempre teniendo en mente que el resultado no depende de nosotros. Debemos sentirnos satisfechos si hemos hecho lo mejor que estaba en nuestra mano y como buenos estoicos debemos aceptar tanto el éxito como el fracaso con ecuanimidad. Para los estoicos la bondad significa educar a los demás o desear que adquieran sabiduría y que estén libres de vicios y pasiones. Veían esto como otra dicotomía: podemos educar a la otra persona y cambiar sus opiniones o no podemos. Si nos es posible enseñarles un mejor camino, entonces debemos hacerlo; si no es posible, debemos aceptar ese hecho sin enfadarnos por ello. Marco Aurelio se recordaba en sus Meditaciones diarias:

 "¿Acaso ayudar a los demás es menos valioso para ti?
¿No vale la pena tu esfuerzo?”

 


10 Es una locura esperar que los demás sean perfectos

Mientras que las primeras nueve estrategias son obsequios de las musas, la última de ellas y no menos importante es la del propio dios Apolo, el cual aconseja que esperar que las personas malas no hagan cosas malas es una locura, pues es desear lo imposible. Más aún, aceptar sus malas acciones hacia otros mientras esperamos que nunca nos hagan mal a nosotros es de necios. Es como desear que los bebés no lloren o enojarse con ellos cuando lo hacen. Como bien decían los sabios estoicos:

“Nada en la vida toma por sorpresa al sabio
que mira al mundo de manera racional.”

 

Las personas dicen: “¡No puedo creerlo!” cuando están alteradas, pero es usual que describan cosas muy comunes como un insulto, un engaño o una traición. En contraste, alguien con una actitud más filosófica diría: “No es de sorprender, estas cosas pasan; así es la vida”. Podemos anticipar con facilidad el tipo de males que la gente comete, al menos en términos generales, pero cuando ocurren de verdad, nos comportamos como si fuera algo impactante. Debes recordar no demandar lo imposible y aplicar esta técnica a todas las formas de actos indebidos.

 


Estos 10 obsequios tratan en gran medida sobre muchas de las herramientas estoicas que son pilares de esta filosofía, como son la disciplina del juicio (no son las cosas las que nos perturban, sino nuestros juicios sobre ellas), la virtud de la justicia (ser tolerantes con los demás y tratarlos con benevolencia y amabilidad), saber que cosas están bajo nuestro control (como son nuestras acciones respecto a los sucesos que nos acontecen) y cuales no (como son las opiniones de los demás o sus acciones), la virtud de la sabiduría (para discernir entre el bien y mal) o el Memento Mori (ser consciente de que la vida es un regalo, que todo está en constante cambio y nuestro paso por la vida es solo temporal, y de este modo no enfadarnos por nimiedades y decidir de la mejor manera el empleo de nuestro precioso tiempo). Aprovecha estos obsequios del dios Apolo y sus musas para seguir transitando el camino de la Areté, de la excelencia como persona, y no desviarte de él.

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