Al hablar de utopía nos remitimos a una serie de experiencias donde algunas personas vinculadas a la filosofía y la política empiezan a escribir mundos futuros, no necesariamente posibles, donde se imaginan una sociedad perfectamente feliz. En estas construcciones imaginarias, se comenzaron a proyectar un diagnóstico del mundo en el que vivían, de cómo es, de cómo es el ser humano, cuáles son los problemas contemporáneos y las virtudes del mismo. A partir de este análisis se selecciona lo mejor y se lo proyecta hacia el futuro imaginando un mundo perfecto.
Para que el estoicismo acabara asentándose como filosofía de vida en nuestra sociedad, primero tendría que cambiar la mente en el mundo. Hoy por hoy, pensar que la sociedad se va a volver estoica es una utopía, ni siquiera una catástrofe impresionante va a cambiar la mente en el mundo, cualquier otra cosa mucho más aparentemente disparatada va a suceder antes, pero esa no, tristemente, muy tristemente. Se produce un cambio de la mente humana solo en muy pocas personas. Si ese cambio se globalizarse, por decirlo así, entonces cambiaría la faz del mundo porque cambiaría la distribución de la riqueza, se eliminaría la injusticia, el egoísmo, etc… luego “renaceríamos en un paraíso estando en la Tierra”. Uno de los principios básicos del estoicismo es “NADA EN EXCESO”, es decir, saber combinar el propio beneficio con el beneficio de los demás.
Otro punto para favorecer este cambio de mente sería el cambiar el sistema educacional, el cual alentara el desarrollo de la consciencia, en el que la persona buscara otro tipo de valores mucho más genuinos. De este modo habría quizás una posibilidad de posibilidades, pero como dicho sistema va en contra de nuestro desarrollo interior, esto es imposible.
Debería también haber un cambio de ACTITUD, un cambio en la manera de como reaccionamos y como esas reacciones nos hacen proceder. Si queremos tener una actitud estoica, lo primero que tenemos que ser es mucho menos reactivos, como eran ellos. No podemos estar reaccionando todo el tiempo por banalidades, por situaciones superfluas, por mezquindades... El estoico no se permitía ese juego de pensamientos e ideaciones inútiles, lesivas y autodestructivas.
En lo que eran grandísimos estos maestros estoicos era en aceptar lo inevitable, sabían RELATIVIZAR los problemas y quitarle toda su carga negativa. Los estoicos dentro de su enorme fortaleza, de su serenidad, cultivaban la HUMILDAD, porque la persona que es humilde sabe que hay infinidad de elementos que se nos escapan a nuestro control y además nunca sabemos, y en esto el estoico era fabuloso, nunca sabemos cuando algo es para favorecerte o desfavorecerte. Porque en la vida muchas cosas que nos suceden que en principio pensamos que ha sido una tragedia, luego se convierten en una bendición y viceversa. Ese es el arte de relativizar.
Y ¿por qué a pesar de tener al alcance filosofías como el estoicismo, como el budismo, como el bushido japonés, entre otras muchas, por qué seguimos en la violencia, en la ofuscación, en el odio, en el egoísmo, qué falla? No termina de cambiar la mente humana, seguimos metidos en lo que se llaman los ENGRAMAS CEREBRALES. Un engrama cerebral, para entendernos, es como un surco repetitivo de consciencia, es un callejón sin salida que se forma en las neuronas y cuando estás en ese engrama cerebral te encuentras metido en un atolladero y no logras salir de él. Puedes hablar mucho de luz, pero nunca vas a encender la lámpara… todo se vuelve más analítico, más conceptual, más ideacional, y llega un momento, y esto es muy grave, que las ideas le usurpan el lugar a la realidad como es.
¿Qué tendríamos que hacer para lograr ese cambio en la sociedad? Dar un giro en la mente. Los estoicos utilizaban todo lo que estaba a su alcance para girar la mente, para modificarla, para mutar la psicología profunda. Lo hacían con ejercitamientos mentales y emocionales, con actitudes, con ese afán irreprimible de relativizarlo absolutamente todo, de no dejarse arrastrar por lo que llamaban los “pares de opuestos”, por los contrarios. Ellos encontraban un camino del medio y eran ajenos a esos opuestos, con lo cual la vida y la muerte para ellos eran lo mismo, el gozar y el sufrir… No estaban obsesionados con el gozar, a diferencia de la humanidad, que en la mayoría de los casos solo hay un “leitmotiv”, solo hay una intención, más goce sensorial, más disfrute, más placer. Ponemos tanta energía en el placer que lo restamos a nuestra búsqueda y crecimientos interiores.
Pero no todo está perdido, la utopía no es lo imposible. El término utopía se emplea en multitud de ocasiones como sinónimo de imposible, pero esta concepción no deja de ser un error. Las utopías nos permiten identificar el objetivo a alcanzar, actúan como brújula. Y esto no es baladí, ya que una de las motivaciones más poderosas que tenemos los seres humanos es la de buscar lo mejor.
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